POLÍTICA PARA JÓVENES (UN CURSILLO EN BORRADOR) – SEXTA ENTREGA

Después de una interrupción originada por mis tareas de “agitación y perturbación”-agitprop las llamaría un viejo “bolche”- retomo el Cursillo de Política para jóvenes, esperando conseguir una mayor continuidad.

Es importante señalar de entrada que la ciencia política es algo más que mera ciencia, por lo menos en el modo que se entiende hoy día, donde pululan los “politólogos”, cuyos conocimientos responden a estereotipos diseminados por los medios de comunicación o por la “encuestología”. Al estar desconectados de la Filosofía, de las causas últimas, estos personajes, en rigor, no saben nada: lo único que muestran es cierta erudición superficial. ¡Pero la gente creen que “saben”!

Junto a los politólogos, los “analistas” contribuyen a oscurecer aún más el dominio de lo político. Sobre estos últimos, es pertinente señalar que el análisis es, según el diccionario, “la distinción y separación de las partes de un todo hasta llegar a conocer sus principios o elementos”, tarea imposible si de política hablamos, materia harto difícil de “analizar” en profundidad, habida cuenta de la complejidad y variabilidad de los hechos políticos, originados en la imprevisibilidad y ambigüedad de las conductas humanas, como siempre nos recordaba nuestro maestro Soaje Ramos. (“Vea, hijo, no olvide que la conducta humana es ambigua”.)

La política es, entonces, un saber práctico, con toda la riqueza que implica el término “saber”, es decir, sabiduría hecha y derecha, como dice el Padre Lira en uno de los textos que se acompañan.

Nunca será suficiente insistir en el carácter ético de la Política, máxime en estos tiempos donde la cultura está moldeada por los materialismos de la burguesía-consumismo, hedonismo, “pasarla bien”-o del marxismo gramsciano propagado por la “izquierda caviar” que tan bien conocemos en la Argentina (Ernesto Laclau y su mujer Chantal Mouffe eran profesores de la Universidad de Essex y bajaban a estas tierras australes para defender y justificar la “revolución nacional y popular” de la oligarquía kirchnerista, con sus teorías abstrusas de la hegemonía. Desde luego, jugosos honorarios mediante, y en hoteles de cuatro o cinco estrellas. Sobre esta clase de especímenes recomiendo leer La izquierda exquisita & Mau-Mauando al parachoques, del notable Tom Wolfe, un despiadado retrato de estos vividores).

Ahora bien, en tanto saber práctico, el saber político se divide en dos ramas: la técnica, que regula la praxis, que es una extensión de la actividad intelectiva, y la prudencia, la más humana de las virtudes, como la llamó Marcel De Corte. De ambos aspectos se ocupará la próxima entrega.

TEXTOS AUXILIARES

1)“Al iniciar sus comentarios a la Ética Nicomaquea, Santo Tomás nos regala con un texto verdaderamente inapreciable. Nos dice allí que la filosofía moral se divide en tres partes, de las cuales la primera trata de las acciones del hombre individual; la segunda, de la de la multitud doméstica, y la tercera, de las de la multitud civil. Nos dice también allí que la primera se llama monástica, la segunda, económica, y la tercera, política.

Con estas palabras, cargadas de sentido profundo, el Angélico eleva de un solo vuelo la política hasta las regiones serenas y pacíficas de ese saber práctico-que como su nombre de saber lo está indicando claramente no es una disciplina simplemente científica sino una sabiduría hecha y derecha-que se conoce con el nombre de Ética. De suyo el citado pasaje no deja lugar a duda alguna. Sin embargo, para su mejor comprensión y a manera de refuerzo, conviene conferir este pasaje con otro del mismo Angélico, donde nos dice que la persona es un animal naturalmente social, porque necesita, para desarrollar su vida normalmente, de una serie de valores que le es imposible conseguir por sí solo, y que, por ende, para obtenerlos, la resulta imperioso integrarse en alguna multitud que remedie su impotencia inicial. Ahora bien, estos auxilios o ayudas lo necesita por dos motivos primordiales. El primero, para satisfacer sus necesidades primarias, sin las cuales el hombre no podrá ejercer ni  desarrollar su razón superior; en otras palabras, lo que es necesario para vivir simplemente. Y el otro, para desarrollar su asistencia según los cánones más altos y más excelentes de su naturaleza racional. Así su vivir fundamental y primario, y su vivir  pleno y perfecto son los dos modus vivendi para cuyo ejercicio y normal desarrollo la persona individual necesita de esas dos sociedades verdaderamente imprescindibles que son la familia y la sociedad civil. Naturalmente, las necesidades que satisfacen a dos son muy diferentes según ya lo hemos dicho. Por ello no son sustituibles la una o la otra, sino que se complementan, siendo entre si, además, irreversibles.

De los dos pasajes tomistas referidos podemos deducir más de algún corolario de extremada importancia. A continuación se analizan los que, a nuestro juicio son los más trascendentes.

A.CARÁCTER ÉTICO DE LA POLÍTICA

La primera de las dos consecuencias aludidas: el desempeño o ejercicio del gobierno-cualquiera que fuere-no puede reducirse jamás a la simple obtención de un status de índole técnica. Su objeto no puede reducirse a las simples dimensiones de un mero hedonismo, de un mero bienestar material en que se pueda vivir sin sobresaltos. Es cierto que, en el caso de ciertas especies de consorcios subalternos, los procedimientos de gobierno no pueden referirse de inmediato a nuestro fin último, sino a lo que debe llamarse objetivo específico o técnico. Pero también es preciso destacar que, entre estos consorcios no pueden ni deben figurar la familia en el municipio; porque aquéllos, aunque se encuentran sometidos al influjo civil, no contempla al hombre en ninguna profesión no especialidad definida sino en su condición primigenia de animal racional. Por ello, en el tradicionalismo español decimonónico-la más pura expresión, en política, del pensamiento católico- se habla de los complementos de la familia, municipio y sociedad civil, y de sus derivados que son los organismos profesionales…. dicho de modo más breve, la sociedad familiar lo considera en su tendencia al fin último simplemente esbozada una de sus etapas primerizas, mientras que los organismos gremiales lo enfocan en cuanto es capaz de ejercer un trabajo o profesión en el sentido más amplio del concepto.

Sin embargo, en ambos aspectos, ofrecen un carácter común: su autonomía interna respecto del Poder político.

B.CARÁCTER SAPIENCIAL DE LA POLÍTICA

El Angélico dice en términos explícitos que la política no constituye una simple disciplina científica– teóricopráctica o exclusivamente práctica, según sean los casos-sino una sabiduría en el sentido más estricto del concepto. En el lenguaje corriente de los hombres, los términos de ciencia y saber se toman sin dificultad el uno por el otro; pero en el científico no puede procederse con semejante vaguedad. La ciencia y el saber se distinguen entre sí profundamente. Una ciencia se refiere siempre, de uno u otro modo, a causas más o menos próximas a la entidad que se está analizando, pero que nunca serán últimas, mientras que un saber se refiere precisamente a éstas, reciben asimismo el epíteto de altísimas. Ahora bien, tal como en el saber especulativo meramente natural-que es la Metafísica- se recurre a causas eficientes altísimas, así en el saber práctico asimismo natural se recurre a causas altísimas finales. Tal ha de ocurrir, por supuesto, con la práctica política. El político práctico deberá gobernar con vistas al fin último de sus súbditos, aunque no le corresponda, por cierto, procurando de modo directo, sino sólo en el sentido de que su actuación específica no implique algún obstáculo para que sus súbditos puedan encaminarse a poseer. De otra suerte habría que suponer que la praxis política carece de conexión con la ética, lo cual resulta simplemente absurdo. Para comprender esta doctrina… conviene recordar que todas nuestras acciones humanas, por importante que sea, deben estar sometidas a la persona que emana; porque no es el sujeto y el pertenecer sus acciones sino estas las que le son pertenecientes. Y como aquel se haya ordenado de suyo a su fin último, es imposible que la ética-y, por consiguiente su sector más importante, es la política-, no constituya, a su vez, un saber práctico en su sentido más estricto.

Éstas consideraciones tan simples nos lleva a afirmar que el asunto primordial para el hombre no es tanto lo que hace, sino la referencia, de todo cuanto hace al fin último. Por cierto que semejante que así les han de ser legítimos. Por otra parte, debemos destacar que nuestros actos no constituyen ningún medio propiamente tal para alcanzar este fin; porque el único medio de que podemos disponer en tal sentido estricto. Desde que nuestras acciones son de nosotros y nosotros de nuestras acciones, lo que estamos haciendo, han desarrollado hasta diversas actuaciones, nueve constituidas en medios conducentes hacia Dios, sino ir actualizando nuestra posibilidades personales en 1° que no puede ser sino adjetivo. Para encaminados hacia Dios, no hay más mediador que el propio Cristo. Ridícula sería, en efecto, la pretensión de alcanzar, con medios predominantemente naturales, la realidad infinitamente sobrenatural y trascendente de Dios. Nos queda todavía destacar un punto de importancia, en el que, por desgracia, no se repara como sería de desear. Nos referimos al desequilibrio agudo que se produce-mientras los arrastraron por esta vida terrenal-en nuestra condición contingente y nuestras actividades tanto especulativas como prácticas. El desequilibrio en cuestión se inclinan, por cierto, del lado de nuestra contingencia, porque no se toma en cuenta que toda actividad estrictamente humana, por muy noble y excelente que sea, debe ceder el paso a las exigencias de la ética. La razón es sencilla. Esta contingencia sigue, después de todo, a nuestra condición primaria substancial, mientras que las actividades mencionadas son de condición meramente accidental. En caso de conflicto, por lo tanto, es por aquélla y no por ésta por la que debemos optar sin vacilar. Pensemos en que, por ser contingente, nuestra naturaleza necesita de ciertos complementos adjetivos para entrar en acción, y que esos complementos la están, al mismo tiempo, limitando y encausando por la dirección que representa la realidad a constituirse en su objeto. En virtud de semejante situación, podemos formular una analogía de proporcionalidad propia diciendo que la contingencia humana se conduce respecto nuestras acciones como una sustancia respecto de sus propios accidentes. Ahora bien, como toda contingencia significa ipso facto tender hacia el fin último, la meta tendrá que pertenecer primordialmente a la Ética.

De esta suerte y mediante ella, nuestras acciones humanas, por muy noble y excelentes que sean, se verán sometidas a la Sabiduría moral.

Con todas las consecuencias, naturalmente, que de aquí puedan desprenderse.

Es con tal intensidad y energía como se deja sentir el carácter sapiencial de la Ética a través de todos sus sectores y, por consiguiente, también en sus dimensiones de política. Es éste, asimismo el único aspecto bajo un cual debemos considerar la más noble de todas las artes, es la Política, y, al mismo tiempo, el único modo de establecer sus tajantes diferencias respecto de ese conjunto de procedimientos bastardos, innobles e hipócritas que usurpan su nombre y provocan la abominación y el asco de la mayoría de la gente de bien. El asunto resulta claro. Así como todas las acciones específicas de nombre se hallan sometidas a la regulación de la ética, así también deberá quedar sujetas a la regulación de la auténtica política. No hay vueltas que darle. No obstante, es preciso entender que dicha regulación proveniente de un poder legítimamente constituido no ha de entrometerse en las acciones antedichas en lo que éstas tiene entrañado o intrínseco, sino en la medida en que se proyectan en la vida colectiva de la sociedad civil. Es en estos menesteres donde todo gobierno legítimo debe manifestar la prudencia y discreción singulares, a fin de no caer en dos extremos por demás perniciosos, que son conocidos hoy día con los calificativos de Estado guardián y Estado providencia. Ni mero guardián ni providencia asfixiante. Tan sólo gobernante que cumple con su deber. Bajo este aspecto, el poder político deberá considerar como propia materia de conducción hacia el bien común de cada uno de los asociados, lo que se ha dado en llamar valores de relación, lo cual, por lo demás, no son patrimonio exclusivo del ente racional sino que se extiende con amplitud de los entes existentes. Nunca será suficiente insistir en que un verdadero proceso ordenador dictará tanto de la absorción, como de la ineficacia absolutas.

Es la condición sapiencial de la política lo que hemos procurado dejar en claro en las reflexiones anteriores”.

(Osvaldo Lira, Santiago de Chile, El orden político, Editorial Covadonga,1985,pp.14-18)

***************************************************************

2)”El saber político no consiste en el dominio del esquema ideológico, ni en la capacidad de maniobra o de intriga para alcanzar el poder y conservarlo. Estas versiones del conocimiento político son consecuencia de la corrupción padecida por la política y, al mismo tiempo, causas que mantienen esta corrupción en plena virulencia.

Por otra parte, tampoco, en el orden teórico, el saber político consiste en la observación neutral del fenómeno político, haciendo abstracción de toda referencia a fines y al bien del hombre. Esta pretensión de hacer de la ciencia política una especie de ciencia positiva, cuya objetividad estaría garantizada sólo por la presidencia del observador, supone por lo mismo un falseamiento de su objeto. Este falseamiento no se evita con el mero reconocimiento de un carácter normativo propio de esta disciplina, pues lo esencial en él está determinado no por el mero hecho de que haya normas, sino por la naturaleza de la norma implicada, en cuanto es ordenación al verdadero bien común del hombre. Si hay, pues, sabiduría política, es ésta la que, en el orden práctico, dirige una sociedad, de manera efectiva y de acuerdo a sus circunstancias reales, a la consecución del bien humano completo de sus miembros. No puede existir un saber político en el cual se prescinda de la finalidad, de aquello que justifica la existencia de la comunidad política: eso podría ser cualquier cosa, probablemente una técnica de dominio, pero no saber político. Y, análogamente, si hay ciencia política, ésta sólo puede consistir en la reflexión sobre la naturaleza de lo político, es decir en aquello que desde los griegos, principalmente desde Aristóteles, se entiende como filosofía política. Si en nuestros días pudiese pasarse por este tamiz aristotélico todo lo que se presenta con el nombre de ciencia política, la inteligencia vería, de pronto, extraordinariamente clarificado, en este campo, el panorama de su objeto.

(Juan Antonio Widow , El hombre, animal político-Orden social, principios e ideologías, Academia Superior de Ciencias Pedagógicas de Santiago, Santiago de Chile, 1984, páginas 84-85)

2 comentarios en “POLÍTICA PARA JÓVENES (UN CURSILLO EN BORRADOR) – SEXTA ENTREGA

  1. Rafael Olmedo

    Soy profesor de Política en algunos colegios de La Plata, y no se imagina usted cuan útil es este curso para mi tarea. Desde la advertencia aristotélica de la primera entrega en adelante, he citado varias partes de su trabajo, así como el orden en la exposición de los temas. Espero ansioso las entregas séptima y siguientes. Y quiero solicitarle su permiso para hacer un apunte para los alumnos para el año próximo, citando directamente sus escritos (copiándolos), con cita del autor por supuesto. Lo saludo con todo afecto y agradecimiento. Rafael de La Plata.

    Responder

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *