IDEOLOGIA DE GÉNERO (I)

Desde que llegó la “democracia” en 1983, comenzó a desarrollarse abierta y velozmente  en la Argentina la revolución cultural  de Gramsci, Freud y Reich, que por razones tácticas había permanecido discretamente oculta: sus mentores le adjudicaban al gobierno militar una voluntad de combate que no poseía. Tanto es así que la Cuarta Junta preparó el terreno para que fuese electo Raúl Alfonsín, a quien hasta el propio Balbín tenía por “comunista”.

Pero  la revolución cultural no precisó disparar un solo tiro. Sus instigadores se percataron de que  la lucha armada no tenía ya mayor sentido, y como no se habían fugado o exiliado se dedicaron a la tarea psicosocial, para armar un aparato que excedía los límites de lo meramente político. La conquista ideológica de la cultura era imprescindible para llevar a cabo la completa destrucción moral de la Argentina. Y a fe que lo lograron con “el derechohumanismo” negador de la guerra revolucionaria de los años 70, hasta la “ideología de género”, pasando por la implantación del aborto, impulsado mayoritariamente  por el Partido Radical, ya controlado por el alfonsinismo y la tristemente célebre Coordinadora, sin olvidar a la Juventud Radical Revolucionaria, algunos de cuyos fundadores fueron compañeros de ruta de la guerrilla. (https://es.wikipedia.org/wiki/Juventud_Radical_Revolucionaria)

La ideología de género

Es una ideología (es decir, es un sistema de pensamiento cerrado) que defiende que las diferencias entre el hombre y la mujer, a pesar de las obvias diferencias anatómicas, no corresponden a una naturaleza fija, sino que son unas construcciones meramente culturales y convencionales, hechas según los roles y estereotipos que cada sociedad asigna a los sexos.

Para una ideóloga de género, Judith Butler:

El género es una construcción cultural; por consiguiente, no es el resultado causal del sexo, ni tan aparentemente fijo como el sexo

Al teorizar que el género es una construcción radicalmente independiente del sexo, el género mismo viene a ser un artificio libre de ataduras.

En consecuencia varón y masculino podrían significar tanto un cuerpo femenino como uno masculino; mujer y femenino, tanto un cuerpo masculino como uno femenino”. J. Butler. Gender Trouble: feminism and the Subversion of Identitiy ,Routlege, New York 1990, pág. 6

https://es.catholic.net/op/articulos/41418/cat/447/que-es-la-ideologia-de-genero.html

(En abril de 2019 habló en la Universidad Nacional de 3 de Febrero y sostuvo que “la no legalización del aborto es la manera que encontró el Estado de penalizar la libertad sexual», invitando a los varones a «romper el pacto entre hombres para que salgan a condenar las violencias de género”.

El mundo debe cambiar, y los ideales del socialismo democrático son los que deberían ser más valiosos.

Este movimiento feminista de segunda etapa va a tener una gran influencia social, muchas de sus dirigentes se habían adiestrado en movimientos de izquierda.

Este segundo Feminismo se encuentra influído con las nuevas teorías sociológicas y antropológicas: la Psicología de Freud, la Escuela de Frankfurt, el Círculo de Viena, y muy especialmente el existencialismo y el marxismo.

Una de las principales inspiradoras fue Simone de Beauvoir, que escribe «El segundo sexo»: «la mujer es la víctima; a la mujer se le ha dejado en la esfera de lo corporal, de la naturaleza, en la pasividad, mientras los varones hacen la cultura y transforman al mundo»

Feminismo radical

Es preciso señalar que el molde sobre el cual se ha elaborado esta ideología está constituído fundamentalmente por las antinomias dialécticas hegelianas y marxistas, que han inficionado a casi todo el pensamiento moderno. Es el caso del feminismo radical, muy bien descripto por la investigadora católica Dale O´Leary:

“Las presiones económicas obligan a la mujer a trabajar fuera del hogar. Los medios de comunicación social promueven constantemente el libertinaje sexual y como resultado, las mujeres pagan un precio muy alto con el aumento de las enfermedades transmitidas por vía sexual y con el nacimiento de hijos fuera del matrimonio.

Ante esa situación, la mujer de hoy siente la necesidad de unirse a otras mujeres para defender sus verdaderos intereses. Lamentablemente, las voces de muchas de ellas han sido sofocadas por el feminismo radical, que pretende ser el portavoz de todas las mujeres. Este feminismo radical está consciente de los problemas, pero sin entender la verdadera causa, ofrece soluciones que pueden llegar a ser dañinas para la mujer y su familia.

Al iniciarse la década de los años sesenta, la mujer norteamericana comenzó la batalla por adquirir los mismos derechos del hombre, el mismo acceso a la educación y el mismo salario por el mismo trabajo, metas valiosas que siguen siendo respaldadas hoy en día por la gran mayoría de las mujeres. Pero a finales de la década, ese mismo movimiento pasó a manos de un grupo radical que adoptó el análisis marxista de poder y cambio social.

En su libro «The Dialectic of Sex» (La dialéctica del sexo), la feminista radical Shulamith Firestone aplicó la ideología marxista clásica a las relaciones entre los géneros. Según la ideología marxista, la familia patriarcal fue la primera opresión y la causa de todas las demás opresiones. Esta ideología proponía entonces la eliminación de la propiedad privada (para debilitar la base económica de la familia encabezada por el padre), la legalización del divorcio, la aceptación de los hijos ilegítimos, la integración de toda mujer en la fuerza laboral, el establecimiento de guarderías infantiles gratis las 24 horas del día y la eliminación de la religión, para así destruir la familia y eliminar las clases y demás fuerzas «opresoras».

Pero, según Firestone, Marx no llegó lo suficientemente lejos en su argumento. Si la familia es la causa de toda opresión, entonces es necesario atacarla directamente, decía. De acuerdo con su análisis, es en la familia donde los hijos quedan expuestos por primera vez al dualismo de clases. En la figura del padre los hijos ven la clase opresora, que se beneficia de la labor (reproducción) de la clase oprimida, la «madre». Los «hijos» son la clase más oprimida. Por lo tanto, los hijos nacidos de familias tradicionales, según Firestone, están socialmente condicionados a aceptar la distinción de clases. https://es.catholic.net/op/articulos/51520/cat/151/el-feminismo-radical.html

Feminismo y marxismo

En este momento en el que a nivel mundial se siente la necesidad de un cambio, económico, social y cultural, es importante tener presentes los principales problemas de la relación entre marxismo y feminismo. El primer paso es analizar qué entendemos por marxismo y por feminismo, para después unir estas perspectivas, lo cual no solo es posible sino totalmente necesario para ese cambio por el que trabajamos. Este proceso de cruce debe resultar en una mutua redefinición.

Y es que Marx ha contribuido enormemente al desarrollo del pensamiento feminista, entendido este como parte de un movimiento de liberación y de cambio social, no solo para las mujeres sino para toda la sociedad.

En primer lugar, su concepto de la historia. Para Marx, la historia es un proceso de lucha, de lucha de clases, de lucha de los seres humanos por liberarse de la explotación.

En segundo lugar, la cuestión de la naturaleza humana. La concepción de Marx de la naturaleza humana como resultado de las relaciones sociales, no como algo eterno, sino como producto de la práctica social es una idea central para la teoría feminista. Como feministas y como mujeres, hemos luchado contra la naturalización de la feminidad, a la que se le asignan tareas, formas de ser, comportamientos, todo impuesto como algo «natural» para las mujeres. Esta naturalización cumple una función esencial de disciplinamiento.

En tercer lugar, la relación entre la teoría y la práctica. Marx siempre subrayó que se conoce la sociedad en el proceso de cambiarla, que la teoría no nace de la mente de una persona, del pensamiento en sí mismo, de la nada. Nace del intercambio social, de la práctica social, y en un proceso de cambio.

En cuarto lugar y de manera central, el concepto de trabajo humano. La idea del trabajo como la fuente principal de la producción de la riqueza, sobre todo en la sociedad capitalista. El trabajo humano como la fuente de la acumulación capitalista.

Por último, y de forma más general, el análisis de Marx sobre el capitalismo. Aunque está claro que el capitalismo ha cambiado, que la sociedad capitalista, la organización del trabajo, las formas de acumulación, todo esto ha cambiado mucho desde que Marx escribió El capital, algunos elementos que Marx destacó continúan siendo importantes para entender los mecanismos que conforman este sistema y le permiten perpetuarse.

https://es.catholic.net/op/articulos/51520/cat/151/el-feminismo-radical.html

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