SOBRE POPPER Y “LA SOCIEDAD ABIERTA Y SUS ENEMIGOS” (¡¡obra fundamental !!)

Dicen los liberales de la Fundación Libertad y Progreso: La sociedad abierta y sus enemigos es una obra escrita por Karl Popper durante la Segunda Guerra Mundial. En ella critica las teorías del historicismo teleológico en el que la historia se desarrolla inexorablemente de acuerdo con leyes universales, y acusa como totalitario a Platón, Hegel y Marx, quienes confiaron en el historicismo para sostener sus filosofías políticas. Esta obra fundamental será explicada por Alberto Benegas Lynch (h), Doctor en Economía y también Doctor en Ciencias de Dirección, autor de 27 libros y miembro de las Academias Nacionales de Ciencias Económicas y de Ciencias y es presidente del Consejo Académico de la Fundación Libertad y Progreso. https://www.facebook.com/liberyprogre/posts/la-sociedad-abierta-y-sus-enemigos-es-una-obra-escrita-por-karl-popper-durante-

Pero gente mucho más será opina:

ERIC VOEGELIN

El liberalismo de Karl Popper es una impostura intelectual y un arma de guerra de una serie de ONG que se dicen ‘filantrópicas’.

Esa impostura intelectual fue desenmascarada en 1951 por el catedrático alemán-estadounidense Erich Voegelin (1901-1985) en su correspondencia con el gran autor austriaco-estadounidense y también catedrático Leo Strauss (1899-1973) quien estaba asombrado por el éxito editorial y mercantil del libro intitulado “La sociedad abierta y sus enemigos”, de Popper, publicado en inglés en 1945.

Voegelin había notado que la noción de “sociedad abierta” había sido empleada por el filósofo francés Henri Bergson (1859-1941) en su obra “Les deux sources de la morale et de la religion”, publicada en los años 1920, pero en una perspectiva espiritualista y no en la neo-positivista que Popper plasmó en su libro.

Voegelin criticó los burdos errores de Popper y su conocimiento superficial de los autores antiguos y clásicos, como Platón. Este, en La República, limitó la comunidad de los bienes de las mujeres y de los niños únicamente a la clase guerrera, por razones evidentes. Voegelin también criticó el poco conocimiento de Popper de la obra del filósofo alemán Friedrich Hegel.

Sobre todo, Voegelin había constatado la profunda y esencial convergencia del neo-positivismo de Popper con la concepción materialista del mundo y de la historia humana de autores como Karl Marx y Friedrich Engels, y de los primeros discípulos de aquellos, como el italiano Antonio Labriola (1843-1904), el ruso Georges Plekhanov (1856-1918) y el alemán Karl Kautsky (1854-1938).

Por el contrario, el liberalismo clásico y sus abuelos literarios (John Locke, Montesquieu, Turgot, Adam Smith, Emmanuel Kant) y sus primeros promotores (Humboldt, Benjamin Constant, Jean-Baptiste Say, François Guizot) apoyaban todos ellos el principio filosófico clásico de la autonomía de la voluntad individual, sin la cual no pueden existir ni el libre arbitrio, ni la responsabilidad individual, ni la libertad contractual, ni la propiedad privada, es decir las cuatro columnas sin cuales el concepto de “liberalismo” queda totalmente privado de sentido.

Sin la noción de “Derecho natural” objetivo y de “derechos naturales individuales” subjetivos no hubiera podido alcanzar su universalidad la Carta Magna inglesa de 1215, ni las obras de Tomas de Aquino, ni la de sus comentadores de la Escuela de Salamanca, ni los planteamientos de Grotius, Locke, Montesquieu y Beccaria. Tampoco habría tenido sentido el famoso preámbulo de la Declaración de Independencia de los Estados Unidos de América (4 de julio de 1776). Tampoco habría sido entendido el pensamiento de los artífices de la independencia del continente latinoamericano, como Miranda, Nariño, Bolívar, Artigas y San Martín. Sin esos libertadores no hubiera habido liberalismo.

Erich Voegelin era de confesión luterana. Su esposa era de origen judío. Ambos tuvieron que huir de la Austria dominada por Hitler en 1938, como el universitario Leo Strauss. Ellos habían entendido perfectamente que una concepción materialista o neopositivista de Popper era incompatible con la civilización occidental y el liberalismo clásico.

El joven Popper había sido seducido, en la Viena republicana de 1919, por el “austro-marxismo” de Adler y de Hilferding. Pero el Popper de ese momento detestaba la violencia política exaltada por el marxismo “social-demócrata” (que fue insurreccional en febrero de 1934).

Más tarde, repudió el corpus marxista y denunció firmemente el sistema totalitario bolchevique, pero siguió admirando a Marx como un “amigo de la libertad” (sic) y un “emancipador del pensamiento humano”. Nunca admitió lo que Isaiah Berlin (1909-1997) había explicado en su estudio “Seis enemigos de la libertad”, ni lo que había postulado el papa Pio XI en su encíclica “Divini Redemptoris” (19 de marzo de 1937): que la ideología de Marx y Engels es “intrínsecamente perversa”. Enfoque que más tarde, en 2011, el profesor francés André Senik desarrolló ampliamente en su libro “Marx, les Juifs et les droits de l’homme”.

El joven George Soros, cuando huyó de su Hungría natal en 1946, quizás lo entendió más instintivamente que su futuro maestro Karl Popper porque vio en carne propia lo que era el marxismo bolchevique en la actuación del Ejército Rojo de la URSS y en los crímenes de los chekistas y de los agentes de la NKVD.

Pero Popper entendió eso erróneamente, como tantos otros europeos y occidentales: como una simple expresión del antiguo despotismo ruso, y más tarde del despotismo asiático-maoísta. Soros ayudó, contra estos últimos y sus aliados, Soros ayudó a acceder a becas de estudios a disidentes como el joven Víctor Orban, y otros en Checoslovaquia, Rumania y Yugoslavia, entre 1978 et 1992 por lo menos.

Otro autor que criticó las ideas de Popper es el húngaro-estadounidense Thomas Molnar (1921-2010), quien en su famoso ensayo “La contra-revolución” (primera edición en inglés en 1969), sin denunciar nominalmente a Popper, critica en las últimas páginas de su libro la tesis de la “sociedad abierta” como una ilusión destinada a seducir a los conservadores estadounidenses. Molnar esperaba que el presidente Richard Nixon (1913-1994) y sus consejeros no siguieran esa utopía falsamente conservadora.

Lamentablemente, Soros ha promovido una ideología “popperiana” que contrapone las minoridades étnicas, confesionales, sexuales, etc. a las naciones y a la familia y que hizo de la figura y de los escritos de Popper una verdadera maquinaria de guerra antiliberal. Qué ironía que ese multimillonario, próspero especulador de bolsa, se haya convertido en el brazo armado de la ideología siniestro-globalista de Popper.

2) OPINIÓN DE LEO STRAUSS

A principios de 1950 Popper dio una conferencia en la Universidad de Chicago que a Strauss le pareció malísima. Poco después Strauss se enteró de que Popper podía estar aspirando a un puesto docente en esta universidad y contribuyó de manera decisiva a cerrarle el paso. Lo primero que hizo fue buscar la alianza de Voegelin.

Le escribió una carta en la que no ahorra adjetivos calificativos para despreciar a Popper. Lo tiene por un positivista tan engolado como incompetente. “Muy malo. No concibo que un hombre así sea capaz de escribir algo digno de ser leído y aun así hoy parece un deber profesional conocer sus publicaciones. Me podría decir Ud. algo al respecto —si lo desea, lo guardaré para mí.” (carta de 10.4.1950).

Voegelin le contesta inmediatamente, dejando meridianamente claro que su opinión sobre Popper no es mejor que la de Strauss: “Este Popper ha sido durante años no exactamente una piedra con la que uno se tropieza, sino una china molesta que tengo continuamente que apartar del camino porque constantemente la gente me mienta su trabajo sobre “la sociedad abierta y sus enemigos” como una de las obras maestras de nuestro tiempo. Esta insistencia me persuadió a leer el trabajo, aunque motu proprio ni lo hubiese hojeado (…). Lo menos que se puede decir es que es un libro impúdico, mierda diletante (dilettantish crap). Cada frase es un escándalo. (…) Las expresiones «sociedad cerrada» y «sociedad abierta» están tomadas de las Deux Sources de Bergson sin explicar las dificultades que indujeron a Bergson a crear esos conceptos. Popper toma esos términos porque le suenan bien (…). Si la teoría de Bergson sobre la sociedad abierta es histórica y filosóficamente consistente (que es lo que creo), entonces la idea de la sociedad abierta de Popper es basura ideológica. (…). Popper es tan inculto filosóficamente (…) que no es ni siquiera capaz de reproducir aproximadamente el contenido de una sola página de Platón. Leer no es lo suyo (reading is no use to him) (…) En suma: el libro de Popper es un escándalo sin circunstancias atenuantes; por su actitud intelectual es el producto típico de un intelectual fracasado; espiritualmente, uno tendría que usar expresiones como granuja, impertinente, burdo; en términos de competencia técnica, como una obra de la historia del pensamiento, es diletante y por lo tanto vacío”.

Aunque Voegelin le pide a Strauss discreción con el uso de esta carta, deja bien claro que “sería faltar al deber profesional apoyar este escándalo con el silencio” (Carta de 18.4.1950). Se refiere, claro está, a la posible contratación de Popper. Strauss hizo el uso que creyó adecuado de la misma, mostrándosela a quienes tenían competencia para decidir sobre la cuestión.

“Usted ayudó a evitar un escándalo”, le agradece a Voegelin en una carta posterior (8.8.1950). https://elcafedeocata.blogspot.com/2008/02/strauss-voegelin-popper.html

PARA DESASNAR A MILEI Y SU “PRÓCER” BENEGAS LYNCH

EL LIBERALISMO ES UN ERROR EN MATERIA DE FE Y DE RELIGIÓN

“El liberalismo, en cuanto es un error en materia de fe y religión, es una doctrina multiforme que emancipa en mayor o menor proporción al hombre de Dios, de Su ley, de Su Revelación y, consecuentemente, desliga a la sociedad civil de toda dependencia de la sociedad religiosa, es decir de la Iglesia que es custodia de la ley revelada por Dios, su intérprete y maestra.

Me refiero al liberalismo, en cuanto representa un error en materia de fe y de religión. Porque si consideramos el contenido del vocablo, fácilmente se apreciará que el liberalismo, no sólo en las cosas atingentes a la religión y a las relaciones con Dios, tiene vigencia o puede tenerla. Por cierto, la emancipación de Dios fue el fin principal intentado. En efecto, se reunieron contra Dios y contra Su Cristo, diciendo: «Rompamos sus ataduras y arrojemos de nosotros su yugo». Pero para este mismo fin prefijaron un principio general, que sobrepasa los límites del ámbito religioso e invade y penetra todos los campos de la actividad humana. Es el principio es el siguiente: la libertad es el bien fundamental, santo e inviolable del hombre, contra el cual es un sacrilegio atentar por medio de la coacción; y de tal modo esta misma irrestringible libertad debe ser puesta como piedra inconmovible sobre la cual se organice todo de hecho en la humana convivencia, y como norma inconmovible según la cual se juzgue todo de derecho, que sólo sea dicha equitativa, buena y justa la condición de una sociedad que descanse en el citado principio de la inviolable libertad individual; inicua y perversa la que sea de otro modo. Y esto es lo que excogitaron los promotores de aquella memorable Revolución de 1789, cuyos amargos frutos ya se recogen en casi todo el mundo. Esto es lo que constituye el principio, el medio y el fin de la «Declaración de los derechos del hombre». Esto es lo que para aquellos ideólogos fue como la base para la reedificación de la sociedad desde sus últimos cimientos, tanto en el orden político, económico y doméstico, como principalmente en el orden moral y religioso”.

(Louis Billot, El error del liberalismo, Colección Clásicos Católicos Contrarrevolucionarios, Cruz y Fierro Editores, Buenos Aires, 1978, págs. 37-38)

EL HOMO OECONOMICUS ES UNA CREACIÓN DEL LIBERALISMO Y DEL MARXISMO

El hombre moderno da la primacía a la materia y sacrifica lo espiritual a lo económico. Prefiere el bienestar a la fuerza y a la alegría. Abandona la tierra de sus antepasados y de sus humildes amigos los animales para vivir en el pueblo sin alma de las máquinas. Olvida los trigos ondulantes bajo el sol, el recogimiento del bosque, la paz de la noche, la armoniosa belleza de las plantas, de los árboles y de las aguas. Se encierra en las duras ciudades de líneas geométricas. Se despersonaliza en el monótono trabajo de las fábricas. Viola, sin sospecharlo, todas las leyes de la vida. Entonces se consuma nuestro divorcio de la realidad.

Avanzamos hoy por el camino del tiempo al azar del progreso de la tecnología, sin ningún miramiento para las necesidades de nuestro cuerpo y de nuestra alma. Aunque sumergidos en la materia, nos creemos independientes de ella. Queremos ignorar que, para sobrevivir, es preciso que nos comportemos, no ya según nuestra fantasía, sino de la manera exigida por la estructura de las cosas y de nosotros mismos. La humanidad civilizada se hunde en este error desde hace varios siglos. La historia de nuestra emancipación moral y de nuestro abandono del sentido de lo sagrado se confunde con la de la desobediencia a las leyes esenciales de nuestra naturaleza. Considerar, por ejemplo, el provecho como la finalidad específica de la existencia ha restringido arbitrariamente el campo de las actividades humanas. No es posible limitar nuestros esfuerzos a la persecución exclusiva de ventajas materiales sin restringir nuestra personalidad. El homo oeconomicus es una creación del liberalismo y del marxismo, y no de la naturaleza. El ser humano no está construido únicamente para producir y consumir. Desde el comienzo de su evolución ha dado pruebas de amor a la belleza, el sentido religioso, de curiosidad intelectual, de imaginación creadora, de espíritu de sacrificio, de heroísmo. Reducir al hombre a su actividad económica equivale, pues, a amputarle una parte de su ser. El liberalismo y el marxismo violan, por consiguiente, tanto uno como otro, las tendencias fundamentales de la naturaleza.

(Alexis Carrel, La conducta en la vida, 2ª edición, Editorial Guillermo Kraft Ltda., Buenos Aires, junio 1951, págs. 63-64)

Notas del Francotirador

1) El cardenal Louis Billot (1846-1931) justamente llamado “Honor de la Iglesia y de Francia” fue uno de los más grandes teólogos de los últimos tiempos. Por sus libros estudiaron el P. Castellani y el P. Meinvielle. El texto es parte de su obra maestra De Ecclesia Christi, a la cual incorporó dos páginas de Liberalisme et liberté, un opúsculo de Maurras.

La edición de Cruz y Fierro estuvo a cargo de nuestro amigo Gustavo Daniel Corbi, que escribió un sustancioso estudio preliminar.

2) Marie Joseph Auguste Carrel-Billiard (Sainte-Foy-lès-Lyon, Francia, 28 de junio de 1873-París, 5 de noviembre de 1944), conocido como Alexis Carrel, fue un biólogo, médico, investigador científico, eugenista y escritor francés. Por sus contribuciones a las ciencias médicas fue galardonado con el Premio Nobel de Fisiología o Medicina en 1912.

En Francia, fue honrado con la Orden de la Legión de Honor. Fue miembro de la Accademia de Lincei (Pontificia Academia de Ciencias). En mayo de 1902 fue testigo ocular de una curación extraordinaria en el Santuario de Nuestra Señora de Lourdes, lo cual significó el comienzo de un cambio progresivo en su vida, que lo llevó del escepticismo a la fe. Hoy es considerado uno de los conversos más famosos de Lourdes. https://es.wikipedia.org/wiki/Alexis_Carrel

LOS MODERNOS SAVONAROLAS Y EL NACIONALISMO CATÓLICO

Savonarola, fraile dominico, poeta, gran orador y espíritu ardientemente religioso, quiso moralizar la ciudad de Florencia, y mediante ella toda Italia, y mediante ella toda la Cristiandad, extirpar la cizaña, es decir, con más fervor que prudencia.

Leonardo Castellani, Th.D, Ediciones, Jauja, Mendoza,1997, p.$$

En la anterior entrega publiqué un texto de Marcel de Corte acerca de que una sociedad “viva” es el único soporte posible para que funcione un régimen político, sea monarquía, aristocracia o democracia.

Remito a un texto de Carlos Sacheri sobre esta última, que publiqué hace unos años, para que tomen nota  Savonarolas de hoy que, a mi juicio perjudican al nacionalismo católico, agobiado por tantos caciques de escritorio seguidos por pocos indios que acatan sin chistar de sus diktats. Y me refiero a gente muy valiosa que lamentablemente ha perdido el sentido de la realidad política, pretendiendo que sea absorbida por la teología, sin hacer las debidas distinciones.  (https://www.aladerecha.com.ar/?s=sacheri)

Aferrados a sus utópicas cogitaciones, no admiten el más mínimo disenso, despotricando y agraviando hasta quienes fueron los amigos de ayer, descalificándolos como «liberales», «cómplices del régimen» o «providistas» (casos Hernández y Gómez Centurión)

Con el criterio de los implacables Savonarolas  deberían  invalidarse los logros conseguidos por Trump y Orban, en defensa de la identidad nacional y de la vida, porque sus gobiernos se debieron al voto popular.

https://www.aladerecha.com.ar/?s=orban

Aferrados a la ideología condenan a la democracia y al sufragio universal como males mayores, olvidándose de que el mal menor político puede escogerse en algunas situaciones, lo que no pasa con el inaceptable mal menor moral.

Insisto con de Corte:

“La democracia es un régimen político tan viable como cualquier otro, a condición de que sea el resultado de una sociedad viva. El orden político está en estricta dependencia del orden social y no a la inversa”.

Según entiendo la primera tarea –a larguísimo plazo- sería reconstruir esa sociedad viva para que exista un orden social que prevalezca sobre el orden político, pasando a segundo lugar la cuestión sobre las formas de gobierno.

Democracia es una forma legítima, siempre y cuando procure el bien común. Por otra parte, todas las formas de gobierno tienen sus propias perversiones, como creaciones humanas que son. (Sobre el tema ver el libro VIII de la Republica)

El Padre Meinvielle escribió un texto esclarecedor sobre el tema:

“Luego, desde el punto de vista católico, que asigna como programa fundamental de toda política la realización del bien común de la ciudad temporal, es inaceptable la forma impura de democracia que reviste la República moderna. Para la Iglesia tolera esa forma como hecho irremediable; nunca ha legislado expresamente sobre su legitimidad, aunque haya expuesto sobradamente en documentos públicos su doctrina sobre el ordenamiento de la ciudad para que podamos apreciar que la actual organización de la ciudad terrestre no es el propiciado por ella. ¿Y cómo podría coincidir con los divinos postulados de la Iglesia una sociedad forjada por los impíos y ridículos delirios del filosofismo y de la revolución? Sin embargo, la Iglesia no insiste en que sus hijos a la cuestión práctica de esta legitimidad porque con ello se reagravarían los males, y los católicos distraerían su acción de la simplemente católica (Pío X) a la que quiere verlos dedicados. Pero nunca les ha obligado a reconocerlas de derecho; si los exhorta a adherirse a la República como León XIII exhortó al ralliement a los católicos franceses, que es porque quiere que trabajen por la extensión del reinado de Dios dentro de los medios actuales posibles.

La posición de la Iglesia y los católicos en las imbéciles y degradadas repúblicas modernas, es la misma que la de los cristianos en la Roma imperial. Evidentemente que el régimen cesarista era perverso; pero los cristianos, aceptándole como un hecho forzoso que no estaba en sus manos remediar, se servían de sus posibilidades para extender el reinado de Cristo”.

(Concepción católica de la política, 3ª. edición, Theoría, Buenos Aires,1961, pp.106-107)

https://www.aladerecha.com.ar/?p=947

Ver también su artículo “Filosofía de la democracia moderna” aparecido en Nuestro Tiempo el 16 de marzo de 1945, que reproduje en esta página el 9 de junio de 2018. https://www.aladerecha.com.ar/?p=947

(Ver Nota del Francotirador)

El Padre tampoco descalificaba el sufragio universal: era nada más que  la expresión de la opinión popular. Refiriéndose a la Revolución de 1943y a las elecciones de1946 decía:

“Ostentando un programa de justicia social y de soberanía, la Revolución supo captarse la voluntad de las masas populares, en aquellas luchas incesantes entre camarillas militares y grupos políticos y económicos-movidos sólo por presiones internacionales y otros por un justo sentido de soberanía- que se ofrecieron al espectáculo público en los años 43.44 y  fue respaldada y sostenida hasta la victoria por la voluntad del pueblo anónimo que vio en ella la garantía de independencia política y económica del país y sobre todo el bienestar económico y social de las clases asalariadas.” https://www.aladerecha.com.ar/?p=1175

Siguiendo a las Savonarolas, el nacionalismo católico está en vías de extinción, porque no se ha encontrado la fórmula para conseguir la unidad y tampoco la mínima organización política. Y lo digo con enorme tristeza, como indio viejo que soy.

Nota del Francotirador

“Publico este artículo de mi llorado maestro, con la mínima esperanza de que se incorpore al orden del día, en un congreso donde se discuta un plan de acción política del nacionalismo y se trate la cuestión de la democracia tradicional y de la formación de una fuerza política que nos represente. Como escribí hace poco, desde 1968 y 1970 que no nos reunimos, y hemos dejado un espacio vacío que se debe ocupar, ante el fracaso total de la dirigencia argentina. ¿Seguiremos “palabreando” o nos decidiremos salir a la luz pública, con los riesgos del caso?.

https://www.aladerecha.com.ar/?p=947

SOBRE LA DEMOCRACIA (de Corte Meinvielle-Castellani – Diccionario de Teología Moral-D´Angelo Rodríguez)

Por distintas razones suspendí la aparición de esta página, pero prometo seguir con la  tarea de francotirador, aunque los casi 83 que tengo pesan un poco.

Las recientes elecciones han planteado nuevamente entre católicos el problema de la aceptación de la democracia como forma de gobierno legítima. Razones no les faltan a los impugnadores, pero algunas de sus críticas son meramente ideológicas. es decir, alejadas o contrarias a la realidad, obedeciendo muchas de ellas a preferir la opinión propia, tenida por infalible (La soberbia es mala consejera).

Y ajustarse a la realidad es el primer paso, sin descuidar por cierto que detrás de todo problema político existe un problema teológico (Donoso Cortés dixit), perteneciente a un plano superior, y por lo mismo, de inaplicable aplicación a la acción política cuya primera regla consiste en practicar la prudencia, virtud indispensable para el bien vivir y el bien hacer.

Es aceptable la democracia como forma de gobierno legítima si es que procura el bien común, con todas las salvedades que surgen de los autores seleccionados, e instó a los jóvenes lectores -si encuentro alguno- a que se animen a la acción, desoyendo a los “incorruptibles”, que a veces me hacen recordar a Robespierre, mal que les pese. Y pido perdón a los amigos de muchos años, que no se encabriten. Es natural, insisto, que un católico ferviente y combativo no distinga bien en la teología y la política.

Además, la democracia es la forma que mejor se adecua a la sociedad argentina y goza del consentimiento popular, según recomienda Santo Tomás.

La triste realidad de nuestra Patria quizás pueda modificarse con la prédica y la acción política, tarea de larguísimo aliento que espera a los jóvenes de hoy, porque construir “una sociedad viva”-la que recomienda Marcel de Corte- no es cuestión de un día.

Con el propósito de encausar la discusión, presento algunos textos que merecen ser leídos y meditados pacientemente.

1)“La democracia es un régimen político tan viable como cualquier otro, a condición de que sea el resultado de una sociedad viva. El orden político está en estricta dependencia del orden social y no a la inversa”.

“La democracia política que no esté sustentada por una sólida democracia social preexistente, es decir sobre las realidades familiares, profesionales, comunales y regionales a medida del hombre, estrictamente despolitizadas, es la muerte de un pueblo. Si nosotros queremos purgar la democracia de sus males y devolverle la salud, hay que realizar la sanatio in radice indispensable y, por fuera de la política, establecer los fundamentos sociales del régimen que parece ser el de nuestra época. No decimos que la cosa sea fácil, sino absolutamente lo contrario. Pero entre vivir socialmente o perecer políticamente, la elección de todo hombre no cegado por los prejuicios de un tiempo absurdo está hecha”.

(Marcel de Corte, Essai sur la fin d´ une civilisation, Librairie De Médicis, Paris, 1949, p.112)

2)Como el individualismo ha sido la premisa del colectivismo, así la democracia mecánica, formalista, que se resuelve solo con la suma matemática de los votos (seudodemocracia) ha cedido el paso a un triunfante poder de la masa sobre el individuo. La democracia tiene sus defectos. Para gobernar son precisas facultades morales e intelectualmente adecuadas: pero como todo ciudadano tiene derecho a presentarse como candidato es evidente la posibilidad de que haya intrusos. Además, los partidos durante la campaña electoral se dejan llevar por grandes promesas que después no están en condiciones de realizar. La demagogia es por lo tanto un fenómeno ordinario de la corrupción de la democracia La democracia puramente formalista y mecánica, llega al burocratismo, a la superación de la responsabilidad, a la opresión de las minorías, al predominio de las finanzas(plutocracia), a extravíos políticos profesionales, a la corrupción. Sólo una comunidad orgánica que ha vivido como unidad de vida nacional para realzar el fin común, puede dar bases seguras a la vida democrática.

(Diccionario de Teología Moral, Roberti-Palazzini, Editorial Litúrgica Española,1960, Barcelona, págs.354.355)

3) ¿LA DEMOCRACIA TRADICIONAL, SEGÚN EL PADRE MENVIELLE (Reproducción del artículo publicado en esta página el 9 de junio de 2018) https://www.aladerecha.com.ar/? p=947

Para que nadie – sino los que por su jactancia no quieren ni pueden conocer la verdad, tienen ojos y no ven, oídos y no oyen- se llame al engaño, comienza el Pontífice su alocución* afirmando el carácter tradicional de la democracia sana, que si siempre fue optativa para los pueblos pareciera ser imperativa. Apenas precisa recordar-dice- que según las enseñanzas de la Iglesia no está prohibido preferir con moderación las formas populares del gobierno, sin perjuicio, empero, de las enseñanzas católicas sobre el origen y el uso de la autoridad; y que la Iglesia «no desaprueba ninguna entre las formas de gobierno, siempre que éstas sean conducentes al bien común de los ciudadanos”. (León XIII, encíclica Libertas, 20 junio de 1888). Y en estas palabras tradicionales, expresamente recordadas, hasta toda la doctrina que el Pontífice no hace sino esclarecer.

La democracia que Pío XII  considera aceptable, primero, no es la democracia pura -hacia la que tiene el mundo moderno-, sino una forma popular moderada; segundo, no la proclama ni la mejor ni la única buena; tercero, no debe estar condicionada por la idea de libertad, sino por la del bien común; cuarto, supone la constitución, no de una masa igualitaria, sino de un pueblo jerárquicamente estructurado; y, exige una autoridad real y eficaz, derivada y sometida a Dios; sexto, comprende un cuerpo legislativo compuesto por hombres selectos, espiritualmente superiores y de carácter  que se consiguen representantes del pueblo entero y no mandatarios de una chusma; séptimo, que no incurra en absolutismo de Estado.

Es decir, que el Santo Padre, partiendo, como de base de la idea de que la democracia importa un autogobierno o participación de la multitud en el gobierno, establece las condiciones o recaudos que, templando y modelando este autogobierno o participación de la multitud en el gobierno, pueda dar origen a una forma legítima y sana de la democracia.

Exactamente lo mismo que hacían Aristóteles y Santo Tomás, quienes después de analizar la naturaleza última de la democracia, llegaban a la conclusión de injusticia y perversidad si era llevada a las últimas consecuencias entrañadas por su concepto; pero reconocía que esa tendencia al autogobierno de la multitud, si no se le permitía llegar a las últimas consecuencias, sino que era templada y moderada con elementos de otras formas puras como la unidad de la monarquía, la virtud de la aristocracia, y aún la riqueza de la oligarquía, podía ser un régimen legítimo y aceptable, que denominaban «politia» o república.

Condiciones, en rigor, antidemocráticas que, al templar y moderar la perversidad expansiva del igualitarismo universal absoluto, dan origen a una cierta  y conveniente participación de la multitud en el poder.

De aquí se sigue que la democracia tradicional aceptada por el Pontífice implica la reprobación de la democracia moderna, tanto en la forma liberal y socialista, como en la absurda de los católicos democratistas. Porque estas democracias se apoyan en un concepto de una nueva civilización; niegan o rebajan el origen divino de la autoridad; hacen del pueblo un mito; no pueden evitar la tiranía de la cantidad y del número; identifican la justicia con el régimen popular; están  impulsadas por el igualitarismo universal absoluto, etcétera.

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Posibilidad de la democracia tradicional

La alocución del soberano Pontífice, al preconizar la democracia tradicional, ha vuelto a plantear las posibilidades de la democracia en las condiciones actuales de la vida moderna, sin que el hombre esté atomizado por 400 años de progresiva descristianización. ¿Cómo estructurar la sociedad para que sea pueblo y no masa? ¿Cómo se puede difundir la idea de bien común a una masa que ha perdido las nociones fundamentales de los valores morales? ¿Qué procedimientos emplear para qué, sin alterar los anhelos de igualdad, se logre la asamblea de selectos de que habla el Pontífice? ¿Cómo asegurar un gobierno- expresión de la nación , cuando ésta se halla dividida por tantas banderías y disensos? ¿Sobre qué base realizar la unidad de los pueblos?

Se aprecia el alcance de estos tremendos interrogantes cuando se tienen presentes las palabras de Pío XII, en  Summi Pontificatus, referentes al proceso de descristianización, valederas perfectamente a las muchedumbres universales:

Muchos, tal vez, al alejarse de la doctrina de Cristo no tuvieron pleno conocimiento de que eran engañados por el falso espejismo… habla a del progreso cuanto retrocedían; de elevación cuando se degradaba; y la ascensión a la madure cuando se esclavizaban… ahora bien, el problema es gravísimo. Porque no hay duda que es certísimo lo que dice el Papa, que aleccionados por amargas experiencias, los pueblos se oponen hoy con mayor agresividad contra toda concentración dictatorial, pero no es menos cierto que después de cuatro siglos de descristianización sistemática de los pueblos se encuentra en una postración humana, intelectual y moral, espantosa; los pueblos están devorados por profundas disensiones que no provienen únicamente del ímpetu de las pasiones rebeldes, sino de la profunda crisis espiritual, que ha trastornado los sanos principios de la moral privada y pública y ha hecho naufragar aquella conciencia de lo justo y de lo injusto, de lo lícito y lo ilícito que posibilita los acuerdos, mientras refrena el desencadenarse las pasiones y deja abierta la vía a una honesta inteligencia.

Sentido del mensaje papal

De aquí que sea éste el sentido del mensaje papal. ¿Queréis democracia, y una democracia mejor?, dice a los pueblos del Papa. Tomadla, con tal que ella sea tal que respeten las leyes esenciales de las sociedades políticas, que deben regirse por el bien común. La Iglesia no se opone a ello; y aunque considera accesorios e indiferentes los regímenes políticos, cree conveniente que, hoy más que nunca cierta participación de los pueblos en su propio gobierno. Pero sabed que cuanto mayor sea esta democracia o participación, más necesaria será que mi influencia se haga sentir profunda y universalmente. Ella exigirá de vosotros una humilde y total aceptación de todas las enseñanzas de los Pontífices Romanos, desde Gregorio XVI en la Mirari Vos, Pío IX en el  Syllabus, hasta León XIII, Pío X, Pío XI, donde se condenan los pestíferos errores modernos y se establecen las bases auténticas de la ciudad cristiana.

Las palabras del Papa se hacen oír en un momento de excepcional solemnidad. Porque los pueblos, en loca pendiente, vienen alucinados por el progreso falso, y están a punto de caer en el abismo del comunismo ateo. La democracia, de que andan embriagados conduce inexorablemente a ese abismo. Ningún poder humano puede liberarlos de que (en) él se precipitan sin remedio. El poder material del Estado en el que muchos habían depositado su confianza y que con mano fuerte y totalitaria había intentado detener el alud, tiene que confesar su fracaso.

Entonces, ¿qué? Entonces habla la Iglesia por boca de su pastor supremo y dice: sólo yo puedo liberarlos. No con la democracia, que es una forma política accesoria e indiferente, sino a pesar de la democracia, que por sus exigencias metafísicas tiende a perderos. Yo puedo vencer la dialéctica de la historia, y si humanamente el mundo le pertenece hoy a Moscú, por disposición divina a mí me corresponde salvar a la humanidad, ayer, hoy y siempre ,hasta la consumación de los siglos.

Y sólo Roma puede elevar las multitudes a la virtud para qué entonces sin peligro pueda ser virtuosa la ciudad. Porque es un poder santificante, ella puede transformar por dentro al hombre, y de la condición materialista en que por sí mismo es arrastrado puede levantarle a la verdadera virtud y a la verdadera libertad, que sólo se alcanza en la santidad, cuando uno, lleno de orden y de virtud, se autodetermina al orden y a la virtud.

Por esto, cada día aparece más claro que la humanidad, desgarrada hoy en las entrañas de su ser, que pide libertad y democracia, sin saber que pide ni como lo ha de conseguir, sólo puede ser salvada por la Efusión del Espíritu de Dios, que sólo habita en la Iglesia Católica. Efusión que llegue a las almas individuales y quise también a las estructuras sociales. Si no quiere caer en la esclavitud de Moscú, la humanidad debe someterse a la disciplina sobrenatural de Roma.

Julio Meinvielle,Filosofía de la democracia moderna,-A propósito de la alocución del Papa Pío XII en la Navidad de 1944 (artículo aparecido en “Nuestro Tiempo”,16-3-45, reproducido en Concepción católica de la política,3ª edición, Ediciones Theoría, Buenos Aires,1961,págs.171-174)

4)No es raro que los cuestionadores de la democracia suelan tachar de liberal-russoniano al jesuita Francisco Suárez, considerándolo partidario del contrato social de JJR.

Sobre el punto aclara Castellani:
Lo que entiende Suárez decir es que la autoridad civil no puede ejercitarse sino para el pueblo y con algún modo de consentimiento suyo; mientras el Roseau(sic)pretende que debe ejercerse por el pueblo, y por medio de representantes o  mandantes elegidos explícitamente tiro a tiro, que por un lado tienen atribuciones   ilimitadas y deiformes en forma realmente monstruosa ,y por otra pueden ser depuestos al capricho de la multitud, ornada de una especie de Voluntad Divina, es decir, Infalible, Sapientísima y Creadora del Bien y del Mal. Error siniestro y herético, causa de todas las revueltas modernas y del terrible  envenenamiento político cuyas convulsiones todo el mundo sufre en este momento:

(Leonardo Castellani, “Sobre la democracia”, en Seis ensayos y tres cartas, Ediciones Dictio,Buenos Aires,1978, pág.51)

4) DEMOCRACIA ARISTOCRÁTICA Y DEMOCRACIA DE MASA

Este es uno de los comentarios que hizo el inovidable Aníbal D´ Angelo Rodríguez a la recopilación de artículos del Padre Castellani, recogidos en el último de sus libros publicados:

La forma democracia aplicada en una sociedad cristiana y aristocrática da un resultado que no sólo es distinto sino en algunos aspectos diametralmente opuesto al que resulta de la misma forma aplicada a una sociedad de masas posmoderna.

Hay  buena parte de verdad en lo que alegan muchos politólogos, desde Pareto a la fecha, de que todos los regímenes son, en definitiva, aristocracias u oligarquías (oligos: pocos). En ninguna monarquía el rey hace todos los oficios del poder y en ninguna democracia moderna (tampoco en las antiguas, si vamos al caso) gobierna todo el demos: ambas necesitan lo que hoy se llama  una «clase política». Si esto es así, el problema central de toda forma de gobierno es seleccionar a esa clase, es decir a «los mejores» (aristos) y los sistemas políticos no se diferencian por el número de los titulares del poder sino sólo por dos cosas: a) cómo definen a los mejores; y b) cómo, y por qué  métodos hacen la selección.

En la democracia aristocrática de fines del XIX la selección la hacía previamente la sociedad y el mecanismo eleccionario se limitaba a sancionar lo que la sociedad había hecho. En esa sociedad, los valores predominantes eran todavía cristianos y de una u otra manera influían en la conducta de la gente y guiaban el criterio de selección. Como resultado, el Congreso- la institución clave de una democracia- reunía a muchos de los auténticamente mejores y sus debates eran muchas veces, en verdad, esclarecedores.

En la democracia de masa de fines del siglo XX, como ya no hay prestigios sociales establecidos, la forma fue altamente racional de elegir ha pasado a la alternativa de «imágenes» (no hay político exitoso o fracasado- que no tenga su «asesor de imagen») que proyectan los medios de difusión.  el pensamiento pos moderno (ha sido identificado por otros como «pensamiento débil» y! vaya si lo es!) no proporciona guía alguna de selección. Para colmo han crecido, hasta ocupar el centro del espacio político, los partidos, que durante la moldura parte del siglo pasado eran meros clubes electorales sin existencia real más a la del tiempo de elecciones. Y han agregado una pre-selección, que se hace en su seno, y que aleja a los mejores”.

( La otra Argentina, Vórtice-Jauja, Buenos Aires-Mendoza 2020, p.71-72)